Apuntes de una novela futura

Llegué a un punto donde mi necesidad de encontrar una solución fue reemplazada por la poesía de mi continuo fracaso. Charles Simic.

lunes, agosto 23, 2004

Proustiana (del diario de Jean Campaná) :

Lili y su delantal blanco.


17 Agosto 1974. Guerrero Negro, Baja California.

Caminando con la precisión del trapecista sobre la cuerda floja, Lili entra y sale de la cocina envuelta en humo. Yo como de la manera más lenta posible, alargando cada bocado para poder observar durante el mayor tiempo posible a Lili con su delantal blanco.

Hace casi tres meses que llegué aquí. Mi presencia es habitual para la gente de este pueblo y de este comedor, pero Lili parece no verme. Es decir, ella es la que siempre me sirve (las demás meseras, tal vez notaron mi fijación con ella y no me atienden)… Lili es la que toma mi orden, pero siempre lo hace mirando por encima de mi hombro, sólo baja un momento la mirada al recoger de mis manos la carta. En esos segundos noto en su mirada un desprecio minúsculo que no ha crecido para nada en estos meses. Tal vez no me desprecie del todo, o me desprecie como se desprecia a un pequeño insecto, a alguna forma de vida inferior y molesta.

Tal vez mi pinta de clochard rubio le moleste. Soy alto, de nariz aguileña y soy muy delgado. Mi cabello lacio hasta los hombros, tapa ocasionalmente mis ojos haciéndome parecer un perro faldero e hipócrita. Duermo poco y eso no ayuda a aliviar mis ojos irritados. Yo la veo y no lloro por puro pudor. Sofía a mi me dijo muchas veces que debería de ser menos dramático, pero a mi me gusta llorar. Ahora ella debe ser una señora muy respetada y muy elegante allá en Ámsterdam. Yo puedo llorar más a gusto cuando me imagino que a Lili no le molestan mis lágrimas.

Cuando como, trato de no acabar con toda el agua de la jarra. Racionalizo el agua de jamaica en proporción de la sequedad de mis labios, y no de mi sed. Corto la milanesa de pollo en porciones pequeñas y monto encima de ellas un poco de arroz y lechuga, echo un poco de sal y un poco de pimienta y como. Al principio mis particularidades al comer llamaban la atención, pero cuando los lugareños volteaban a verme, yo sólo sonreía. Al poco tiempo dejaron de ponerme atención. Ahora sólo veo mis costumbres a la mesa como una manera de permanecer más tiempo con Lili.

Lili con su delantal blanco es una delicia. De todas la meseras de por acá, es la única que lo lava y cuida tan bien, nunca está sucio, siempre pavonea su blanco inmaculado como señal de algo que no comprendo aún. En una esquina inferior (la izquierda) tiene una libélula hecha de canutillo. La libélula brilla cuando la luz mortecina de la tarde la ilumina. Esa pequeño resplandor señala a la mirada un camino tremulante que sorprende con el encuentro de los muslos claros de Lili. Pero hay que voltear hacia arriba de inmediato, ver ese paisaje de blancuras tan rápido como se ve el paisaje al viajar en carretera, incluso buscar en el apagado murmullo de las conversaciones de la cafetería el sonido que hace el aire al ser cortado por el paso de los vehículos. Pero el riesgo del vértigo siempre está presente en la observación de Lili.


.........
Islas.

1 comentario:

nacho dijo...

Oye, la del delantal blanco se ve bien, ¿no?, espero que el observador no suba de peso con tal de permanecer más tiempo en el restaurant. Por cierto el de la cuerda floja es el equilibrista. Saludos.