Apuntes de una novela futura

Llegué a un punto donde mi necesidad de encontrar una solución fue reemplazada por la poesía de mi continuo fracaso. Charles Simic.

jueves, junio 17, 2004

Instantanea (en el interior de "La Ópera"):

La poética es para el poeta más que una guía estética el hallazgo de la voz propia. Dijo Morelli mientras exhalaba el humo de su quinto cigarrillo de la noche. Entonces, lo que tu dices se asemeja a que la poética se cumple más en la praxis que en el producto final. Le contestó Güell i Pla sin soltar su jarra de cerveza fría. No, no, no…. Dijo Morelli. Aquí no se trata de construir discusiones –continuo Morelli-, no quiero debatir la naturaleza de la poética, sólo quiero decirle al joven Islas que así es como la veo.

Entonces Güell i Pla me miró y dijo: “Pues bien entonces. Para mi, ‘joven Islas’, la poética se cumple tanto en el ejercicio de la poesía como en el producto final. Como dijo Wilde, cualquier realidad pasada por el tamiz de la imaginación es poética”.

Yo que hasta esa noche había permanecido callado la mayor parte del tiempo les quise lanzar un desafío: que hablaran de casos concretos. Si no querían asumirse ellos como poetas y hablar de sus propias experiencias, vamos hablando –dije- de otras.

Morelli entonces dijo: “Emilio Adolfo Westphalen, en sus ‘Escritos varios sobre arte y poesía’, dijo que el primer paso para el reconocimiento de una literatura extranjera, por parte del que ha descubierto en ella ciertos méritos, no se refiere a una visión pintoresca de sucesos supuestamente exóticos sino a la expresión en términos literarios o poéticos de una experiencia peculiar de vida. Con esto claro, dejamos fuera pintoresquismos tales como McOndo”.

¡Claro! Dije yo. La visión personalísima del escritor forma la poética del autor, no al revés. Y así será reconocida como una literatura, ¿no? Terminé de decir antes de finiquitar mi trámite con la cerveza oscura.

Algo así, algo así, joven Islas, dijo Morelli con su gesto de satisfecho. Sonriendo y arrugando el rostro.

Pero vamos a ver, vamos a ver –interrumpió Güell i Pla-, como dijo Piglia en su excelente prólogo a la obra de Carreira: “para Ricardo Carreira el arte siempre fue una forma de acción. En sus últimos años trasladó esa práctica a los usos del lenguaje. Las palabras se le convirtieron en un campo de lucha, una versión en miniatura del orden del mundo. El lenguaje fluía como el dinero y era necesario cortar esa circulación, falsificar los intercambios, actuar como un ladrón en un banco”. El lenguaje se había convertido en un territorio ocupado. Los que resisten hablan entre sí en una lengua perdida. Los poemas de Carreira están en esa tradición: el poeta habla solo, afuera del lenguaje común. En realidad Carreira actúa como un Robinson verbal. Empieza de cero y sus poemas parecen el diario de un sobreviviente. Debe nombrar, despacio, palabra por palabra, siempre en el borde, los objetos y los actos cotidianos, como quien mira el mundo por primera vez.

He aquí, terminó Güell i Pla, que la poética bien puede ser una reflexión a priori y dar como resultado una estética dada…

La noche continuaría sin grandes declaraciones, pensé, pero la discusión alimentaba las ganas de que estas se aplazaran a favor de una dinámica distinta. De repente me emocionó la idea de que entre nosotros se haya construido ya, una tertulia como las de antaño.

Islas.

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